Sujetando paredes

Sumas un día a cada día restado y en esa cuenta de presente inmediato está la clave para encontrar la calma.

Una cuestión de tiempo parando los relojes. Una cuestión de aguante y de constancia. Una batalla, otra, con cientos de enemigos potenciales y tu cuerpo en el centro de todos los abismos.

Yo me tengo que ir para no confundirte, para no distraerte de los frentes abiertos, y te dejo un silencio ocupando el abrazo que esperabas, y me marcho llorando sin que tú puedas verme, con las manos heladas te he tapado la boca, y te dejo tan sola que podrías odiarme.

Al final del pasillo me he sentado a esperar que los relojes rueden sin grandes rozamientos.

Tan oscuro está todo que no puedo saber si te has rendido o continúas salvando depresiones, si has encontrado cualquier otra salida lateral o bajaste, siguiendo un simulacro, la escalera de incendios.

Al final del pasillo, sujetando paredes, espero que un reloj me hable del futuro.

 

Escalamos las horas sin pensar que son únicas.

Abajo la ciudad llena de sueños.

La luz que los alumbra rodando hasta caerse donde nace la noche.

Las horas son la luz de los sueños que pasan.

El tiempo se concreta en cientos de matices

y los minutos ruedan, evidentes ahora, donde nace la noche.

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Comentarios: 1
  • #1

    Jenaro Argente (viernes, 08 octubre 2010 17:12)

    El tiempo se devora así mismo y a nosotros que andamos entre sus pliegues... y las agujas del reloj son los restos no digeribles del banquete.
    (Ver Saturno (Kronos) devorando a sus hijos, de Francisco de Goya para completar la metáfora).
    Enhorabuena por el trabajo... como siempre de gran interés poético.